miércoles, 21 de febrero de 2007
El templo de Jerusalen
El Templo de Jerusalén (Beit Hamikdash, בית המקדש en lengua hebrea) fue un santuario del pueblo de Israel, situado en la explanada del monte Moriah, en la ciudad de Jerusalén, donde se ubican en la actualidad las mezquitas de La Roca y de Al-Aqsa.
La construcción del Templo de Salomón se realizó entre el 969 adC y el 962 adC, siguiendo un parecido y sustituyendo al Tabernáculo que por siglos, desde el Éxodo se venía utilizando como lugar de reunión y de culto para Yahveh. Contó para esta empresa con la ayuda del rey de Tiro, Hiram.
El Templo propiamente dicho, según la descripción de la Biblia, era un edificio largo y bastante estrecho, orientado sobre un eje longitudinal en dirección Este-Oeste. El edificio debió tener una longitud interior de aproximadamente 30 metros, 10 metros de ancho y una altura de también 10 metros (60x20x20 codos). Sus dimensiones, por tanto, eran más bien las de una capilla palatina, ya que el culto se hacía desde su exterior. A ambos lados de su entrada se erigieron dos columnas, llamadas Jaquim y Boaz. Los sacerdotes levitas y el rey entraban en el Templo a través de una gran puerta chapada de oro, de aproximadamente 10 metros de alto y 4 de ancho. Tras de esa puerta se encontraba el vestíbulo de entrada, el «Ulam». Después de este vestíbulo, se encontraba la estancia principal, el «Hejal» o Santo, iluminado a través de unas ventanas altas. La anchura y longitud guardaban una proporción de 1:2, lo que significa que la planta del «Hejal» estaba compuesta por un doble cuadrado. El forjado de piedra se cubrió con un solado de madera de cedro. Las paredes del «Hejal» se cubrieron con láminas de cedro, traídas de las montañas del Líbano, el mismo material de las vigas del forjado.
Reconstrucción del Templo de Salomón
La tercera cámara, el «Devir» o Santo de los Santos (sancta sanctorum), se encontraba en la parte trasera, a un nivel más alto que el «Hejal», y sólo podía accederse a él subiendo por una escalera. El «Devir» tenía la forma de un cubo de aproximadamente 10x10x10 metros (20x20x20 codos), y en su centro se ubicó el Arca de la Alianza. Éste era un arcón grande, hecho de madera de acacia, cubierta con planchas de oro y con cuatro anillas a las esquinas en las que se ponían varas para transportarla. Dentro del Arca se guardaron las Tablas de la Ley, entregados por el mismo Dios a Moisés. En estas Tablas se grabaron los Diez Mandamientos, sirviendo de conexión entre Yahvé e Israel.
Durante los tiempos del Éxodo del pueblo judío el Arca estaba oculta en el Tabernáculo, que fue finalmente traído a Jerusalén por el rey David. Ya se había acreditado el poder de Dios a través del Arca cuando se derrumbaron las murallas de Jericó al pasar los judíos ante ellas con el Arca.
El edificio se situó en una meseta rocosa llamada Moriá, que en tiempos del rey David era más pequeña, de aproximadamente 40x100 metros. Durante el reinado de Salomón se agrandó. Pero fue en los tiempos del rey asmoneo Herodes cuando su superficie se aumentó hasta aproximadamente 500 metros de largo por 300 metros de ancho. El patio interior del Templo se rodeó por un muro formado por tres capas de bloques de piedra cubiertas por vigas de madera de cedro. En este patio interior podían entrar los peregrinos y las masas de fieles, pero el Santuario del Templo sólo era accesible al rey y a los sacerdotes.
La construcción del Templo de Jerusalén fue el evento más importante del reinado de Salomón, gracias al cual su nombre se ha recordado hasta 30 siglos después de su muerte. Ya en el Viejo Testamento el Templo había acaparado la mayoría de los escritos donde aparecía el rey Salomón. El escritor judeo-romano Flavio Josefo dedicó muchas páginas al Templo, añadiendo algunos detalles que no se mencionaban en la Biblia, pero que él transcribió de manuscritos ya desaparecidos. Su fama ha trascendido los tiempos, influyendo -como edificio ideal diseñado por el mismo Dios- el la concepción de edificios como Santa Sofía de Constantinopla o El Escorial.
Después de la muerte de Salomón, el templo sufrió profanaciones no sólo con las invasiones sino con la introducción de deidades siro-fenicias en ciertos periodos y sólo se restauró en varias ocasiones como en los reinados de Ezequías y Josías. Finalmente fue destruido por el rey babilónico Nabucodonosor II en 587 adC, que además llevó cautiva a una gran parte de los habitantes del Reino de Judá hacia tierras caldeas.
El Segundo Templo
Muro de las Lamentaciones, del cual se dice que formaba parte del Templo de Jerusalén
Después del cautiverio en Babilonia, en 517 adC. los persas autorizaron a los judíos a reconstruir el templo, no exento de problemas políticos y étnicos los cuales poco después se solucionaron. Aunque se trajeron de vuelta los tesoros del Templo, éste ya no volvió a gozar de la anterior fastuosidad.
Con las influencias helenísticas posteriores a Alejandro Magno, el Templo entró en riesgo de ser profanado de esas influencias hasta que Antioco IV, Epífanes tomó Jerusalén y su Templo para poner allí una estatua del dios griego Zeus. Esto condujo a la revuelta de los Macabeos liderada por Judas Macabeo, hasta que se devolvió la libertad del país y se restauró el templo a mediados de 150 adC.
Con la ascensión de la familia Asmonea y la llegada de los romanos por Pompeyo hasta su destrucción, el Templo estuvo nuevamente amenazado de profanación, hasta que en 20 adC el rey Herodes el Grande decidió su restauración respetando la planta física del edificio, ampliando los patios y añadiendo los muros exteriores dándole a éstos, ocho entradas. El muro que actualmente queda es el occidental o también el Muro de las Lamentaciones. Posteriormente se añadió al norte la célebre Torre Antonia, fortaleza militar de construcción romana y al sur, un edificio destinado para la purificación de los sacerdotes o cohanim.
En los primeros años del cristianismo, Jesús de Nazaret y sus apóstoles estuvieron predicando en el Atrio de los Gentiles, denunciando la corrupción que imperaba en el Templo y a la clase clerical judía. Para entonces Jesús profetizó la destrucción del edificio, que ocurriría años después de su muerte. En el momento de culminar labores de restauración, el templo no sobreviviría por mucho tiempo a causa de la rebelión de los zelotes, que llevó a la guerra con el Imperio Romano y que culminaría con la destrucción de la ciudad y el Templo en el año 70 por las legiones de Tito.
Después de su destrucción se intentó reconstruir el Templo, pero esta vez para convertirlo en templo de Júpiter, lo que ocasionó una nueva rebelión en 132-135 hasta que ésta fue reprimida con severidad y provocó la prohibición de vivir en Jerusalén a los judíos, hasta el siglo VII, en tiempos del Imperio Bizantino.
[editar]Cristianismo, Islam y el Templo
Jerusalén no es tan sólo un santuario de cristianos y judíos; los musulmanes la veneran, después de La Meca y Medina, como Ciudad Santa del islam, pues según la tradición islámica, Mahoma subió al paraíso sobre la yegua alada Burak desde Jerusalén. Esto ocurrió en un venerado lugar, también considerado santo por los israelitas, el Haram-ach-Charif, sobre la colina de Moriá.
David levantó sobre la gastada roca un ara. Salomón construyó en el mismo lugar, alrededor del año 960 adC, el primer templo judío. Precisamente en este lugar levantaron los árabes un imponente monumento a la ascensión de Mahoma: la Mezquita de la Roca, símbolo de Jerusalén. La Mezquita de la Roca nunca sirvió como mezquita, como dicen muchas guías de viajes. También es falsa la tan usada denominación de "Mezquita de Omar". El edificio de la cúpula dorada se consideró siempre un cofre para guardar la Santa Roca; nunca tuvieron lugar en él actos de culto. Para este fin se construyó en el rincón sudoriental la mezquita Al-Aqsa. Ocho gradas que mueren bajo unas arcadas conducen desde todos los lados a lo alto de la Mezquita de la Roca. Los musulmanes llaman a estas arcadas "mavazin", las balanzas. Según una leyenda islámica, el día del Juicio Final se tenderá una cerda de caballo desde las "balanzas" al Monte de los Olivos. Todos los resucitados deberán pasar por sobre ella. Quien haya cometido injusticias caerá a la perdición eterna.
Un guía muestra, dentro de la Mezquita de la Roca, recuerdos de la ascensión a caballo de Mahoma: el arcángel Gabriel grabó en la roca una huella digital; el caballo alado, en el momento de saltar, dejó la huella de uno de sus cascos. Un hueco bajo la roca recuerda el turbante del profeta, que, al levantarse después de orar se hubiera golpeado contra la piedra si ésta no se hubiese reblandecido en ese instante.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario